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De Burgos A New Jersey. La meteórica historia de Goya Foods

La archiconocida marca de alimentos Goya Foods cumple 85 años, habiéndose consolidado como uno de los mayores grupos de alimentación de EEUU. Dada la efeméride, desde Memoralia -como en otras ocasiones-, no hemos querido perder la oportunidad de descubrir la asombrosa historia que se esconde detrás de una de las empresas estadounidenses de origen hispano con un éxito que, a día de hoy, goza de una excelente salud.

 

  

 

De origen burgalés, Prudencio Unanue Ortiz -su fundador- emigró muy joven desde Villasana de Mena a Puerto Rico, donde conoció a la que sería su esposa y compañera de vida y de negocio Carolina Casal, una gallega emigrante también, oriunda de Caldas de Reyes (Pontevedra). Habiendo pasado por el altar, en 1921 se trasladaron a EEUU en busca del sueño americano, y donde en un principio debieron de pasar algunos apuros económicos. El primer negocio de exportación de radios no llegó a cuajar y, teniendo cuatro nuevas bocas que alimentar, el matrimonio decidió cambiar de rumbo. Movidos quizá por cierta morriña, comenzaron a vender a una población hispana -cada vez más creciente- aceitunas y aceite de oliva importado desde su país de origen, en una pequeña tienda que abrirían al sur de Manhattan en el año 1936.

 

El matrimonio formado por Prudencio Unanue y Carolina Casals.

 

Con el estallido de la Guerra Civil en España, el bloqueo en las importaciones supuso un nuevo golpe para el joven matrimonio que debió nuevamente reinventarse, y -como en muchas ocasiones sucede- donde un problema surge es justamente donde se puede presentar el escenario que lo cambie todo. Es entonces cuando se produjo el cruce de caminos con un proveedor marroquí que le ofrecería un cargamento de sardinas enlatadas para vender en su comercio. “Las cajas venían con una etiqueta en la que se podía leer Goya”, contaba hace años su hijo Joseph Pérez en una entrevista para la BBC.  A Prudencio aquel nombre le pareció perfecto: “era simple y fácil de pronunciar tanto en español como en inglés”, de modo que decidió adquirirlo para su propia marca comercial y lo compró al precio de un dólar. Un dólar que décadas después se convertirían en millones, según las cifras arrojadas anualmente por la propia empresa.

Tras la II Guerra Mundial, una oleada de puertorriqueños llegaron a las costas de EEUU abasteciendo una demanda de mano de obra que se antojaba más que necesaria. Unanue vio en este éxodo una nueva oportunidad, y expandió el negocio a las importaciones desde América Latina para llegar a otras comunidades de inmigrantes. “Prudencio y su esposa entendieron que había un mercado no atendido”, señala Pérez. Fue así cómo los productos de la empresa empezaron a manifestar las diversas migraciones que durante décadas han ido creando sus comunidades en los diferentes estados del país.

 

Publicidad de Goya Foods en un periódico local.

 

En ese contexto histórico y social, las campañas de marketing de Goya Foods se fueron diseñando con especial cuidado y con el fin de llegar a la esencia gastronómica de cada comunidad de inmigrantes, teniendo en cuenta que la comida es una de las formas más tangibles de conectar con la tierra de origen. “Goya le daba una respuesta a la nostalgia de los que dejaban su país”, al igual que había sucedido en sus orígenes con la clientela española que acudía en los años 30 a aquel primer local situado en la calle Duane, en los bajos de la isla de Manhattan.

En 1958 se trasladarían a Brooklyn y finalmente en la década de los 70 establecerían su sede central en New Jersey, donde hoy permanece. Su crecimiento desde entonces no ha cesado y, aunque en un principio se focalizaría el noroeste del país, pronto se expandiría al sur, hacia Miami, y de ahí a Atlanta, Texas y California. A partir de esta expansión sus centros de distribución continuaron su apertura en estos y otros estados como Georgia y New Jersey, en un intento de llegar a una comunidad latina cada vez más numerosa.

 

La planta de distribución de Goya Foods en New Jersey.

 

La etiqueta azul que domina las estanterías de los supermercados americanos durante las últimas décadas ha encontrado también su target en otras comunidades como la africana, la india o la asiática. Según los consultores de la marca, existe un interés cada vez mayor por productos de cocina étnicos y esa etiqueta de autenticidad les da una ventaja.

A Prudencio le sucedió su hijo Joseph, quien heredó el desafío de extender la marca Goya a nivel internacional. Hoy la firma está bajo la dirección ejecutiva de su nieto: Robert Unanue, quien continúa trabajando con paso firme para que este negocio familiar siga alimentando la añoranza de esas familias que por diferentes motivos se han visto en la necesidad de emigrar de sus países de origen.

Desde Memoralia, esperamos que continúen haciéndolo y que podamos celebrar los 100 años de la empresa que aquel burgalés y aquella gallega fundaron en tiempos de crisis cuando fueron en busca de ese sueño americano que, en su caso, sin duda encontraron.

 

 

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