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Descansa En Paz, extraterrestre

Son infinitos los obituarios, cartas de despedida, análisis musicales, resúmenes de su vida, anecdotarios… etcétera, etcétera… que aparecen estos días sobre la muerte del gran David Bowie. En Memoralia leemos cuanto encontramos, pues las necrológicas son parte importante del duelo para un escritor. Y sin duda estamos en duelo.

Bowie

Así las cosas, ¿qué podríamos añadir nosotros a todo lo ya escrito? No somos críticos musicales, ni historiadores, ni musicólogos… No le conocimos personalmente, y ni siquiera pertenecemos a su generación.

Para colmo, hemos crecido en España, país con una cultura musical bastante mediocre, en nuestra modesta opinión, donde Bowie nunca llegó a ser un ídolo de masas –que nos perdonen todos los que sí le amaron-, al menos en la misma medida en que lo fueron otros grandes. Además de escandaloso, era demasiado heterodoxo, demasiado inclasificable para una España fanática de las taxonomías.

La necesidad de etiquetar y adscribirlo todo a categorías definidas es un trastorno neurótico muy extendido en el mundo, aunque nuestro país padece tal vez su forma más grave. Como decía la desternillante y precisa frase de Homer Simpson (sí, el de los dibujos): “Lo que no comprendo, lo rompo”.

Brillante y frívolo, renacentista y pop, bisexual y marciano, compositor genial y politoxicómano sin freno, cantante y actor, el mejor y más noble amigo que tuvieron jamás Lou Reed e Iggy Pop, el marido infiel, el superdotado sin estudios, el amante padre. El artista célebre y millonario que especulaba en bolsa y que de pronto sintió nostalgia por la humildad, que se reinventó por enésima vez formando parte de un grupo mediocre que nunca triunfó, cuando él ya había alcanzado el Olimpo…

¿Cómo iba a comprenderlo España, dividida aún en dos ideas irreconciliables e igualmente simples y dañinas?

Pero hasta en los desiertos se halla vida y se producen genios. El gran poeta Luis Cernuda describió como nadie esta mezquina alma española en su maravillosa elegía a Federico García Lorca, escrita cuando se enteró de su asesinato, en agosto de 1936, y cuyos versos encajan ahora perfectamente para despedir a David Bowie .

Por cierto, Bowie ha muerto tranquilamente en su cama, rodeado por los suyos, de un cáncer de hígado. Le fue diagnosticado hace dieciocho meses, durante los cuales ha grabado su última obra –que no póstuma-, BlackStar (aquí podéis escuchar el espléndido disco), con una tercera canción titulada con sorna “Lazarus”, sin duda en referencia al episodio de la resurrección de Lázaro de Betania en el Nuevo Testamento (Juan, 11). Esta postrera atención para con su público es también la sorpresa final de una vida cuya única carencia  fue la monotonía.

Requiescat in pace, Magister

A un poeta muerto

Así como en la roca nunca vemos
la clara flor abrirse,
entre un pueblo hosco y duro
no brilla hermosamente
el fresco y alto ornato de la vida.
[…] Leve es la parte de la vida
que como dioses rescatan los poetas.
el odio y destrucción perduran siempre
sordamente en la entraña
toda hiel sempiterna del español terrible,
que acecha lo cimero
con su piedra en la mano.

Triste sino nacer
con algún don ilustre
aquí, donde los hombres
en su miseria sólo saben
el insulto, la mofa, el recelo profundo
ante aquel que ilumina las palabras opacas
por el oculto fuego originario.

[…]

Para el poeta la muerte es la victoria;
un viento demoníaco le impulsa por la vida,
y si una fuerza ciega
sin comprensión de amor
transforma por un crimen
a ti, cantor, en héroe,
contempla en cambio, hermano,
cómo entre la tristeza y el desdén
un poder más magnánimo permite a tus amigos
en un rincón pudrirse libremente.

Tenga tu sombra paz,
busque otros valles,
un río donde del viento
se lleve los sonidos entre juncos
y lirios y el encanto
tan viejo de las aguas elocuentes,
en donde el eco como la gloria humana ruede,
como ella de remoto,
ajeno como ella y tan estéril.

Halle tu gran afán enajenado
el puro amor de un dios adolescente
entre el verdor de las rosas eternas;
porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
tras de tanto dolor y dejamiento,
con su propia grandeza nos advierte
de alguna mente creadora inmensa,
que concibe al poeta cual lengua de su gloria
y luego le consuela a través de la muerte.

[…]

Estos versos están escogidos del poema completo que, como no podía ser menos, fue censurado y mutilado en su época por su “obscenidad” ¡¡¡!!!!

Que los dioses y las musas os conserven siempre el espíritu amplio y la mente abierta.

Calle de Serrano, 8. 28001 Madrid

+34 91 181 33 66

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